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El color de los bonos después del Coronavirus

El autor reflexiona sobre el rol que tendrán las finanzas sostenibles con impacto social en la reconstrucción social y económica posterior a la pandemia.


En algún momento, la pandemia llegará a su fin, o bien la humanidad habrá conseguido erradicarla o al menos domarla.


En el mientras tanto, algunos ya debaten sobre el “nuevo normal” y la post-pandemia. En este caso, a quienes nos importa el medio ambiente, también nos preocupa cómo será la salida a nivel de la economía. Ahora bien, el mundo pre-pandemia ya era deficitario, tanto en términos fiscales como ecológicos. Lo primero era sostenible desde lo económico debido a que, aun siendo deficitarias, varias de las grandes potencias, podían y pueden hacer el roll over de su deuda y, además, ante una situación inédita como la actual, disponer de financiación. En esos casos, el ratio endeudamiento/PIB no es tan determinante. Distinta es, claramente, la situación de otros países, entre ellos el nuestro y, más aun, dada la coyuntura por todos conocida.


El default ecológico, por su parte, motivó el Acuerdo de París, producto de un gran esfuerzo diplomático que abrió la esperanza de una recuperación ecológica, que debería ocurrir a partir de las Contribuciones Nacionalmente Determinadas (NDC, por sus siglas en inglés) que cada país presentó, aunque con mayores niveles de ambición. La inmensa mayoría de los países en desarrollo, incluyendo Argentina, presentaron una NDC Incondicional, y una NDC Condicional. La segunda está sujeta a recibir de los países desarrollados transferencia tecnológica, capacity building y financiación. En el caso de Argentina, aproximadamente la mitad del total de la NDC vigente está sujeta básicamente a recibir fondeo.


Los bonos verdes irrumpieron en el mercado de capitales global en 2007 como un instrumento de deuda orientado a financiar actividades amigables con el ambiente. Los volúmenes de bonos verdes marcan récords de emisión año tras año. Con excepción de los leves aumentos entre 2014 y 2015 y entre 2017 y 2018, los incrementos anuales de la última década han sido contundentes. Sólo considerando el último lustro, los bonos verdes emitidos en todo el mundo se multiplicaron por seis. Es de esperar que el use of proceeds de los bonos verdes contribuya a frenar el calentamiento global, y a fondear esas contribuciones condicionales de los países en desarrollo. El incremento a nivel global de la emisión de bonos verdes soberanos (Chile es el caso testigo de Latinoamérica) podría ser leído como una señal en esa dirección.

El título de la nota no refiere a si a futuro se emitirán bonos en dólares, en euros o en ARS, sino al eventual rally que pueden tener otro tipo de bonos. Los bonos sociales (orientados a vivienda social, salud, seguridad alimentaria, infraestructura básica, entre otros) surgieron a posteriori, así como también los bonos sostenibles (un mix entre bonos verdes y sociales).

Dadas las consecuencias sociales que dejará la pandemia, resulta esperable que la cantidad y los volúmenes de ambos tipos de bonos (en particular los sociales) exploten durante este año y los siguientes. Sumando bonos sociales y sostenibles en 2018, representaron sólo 21% del total de los bonos verdes emitidos ese año. Sin embargo, en 2019, los USD 20.000 millones de bonos sociales emitidos, sumados a los USD 65.000 millones de bonos sostenibles, superaron el 34% de los green bonds emitidos el mismo año. Los llamados bonos “temáticos” financian sectores específicos, en tanto los bonos azules están vinculados con la conservación de los océanos y los bonos naranja con la industria cultural y la creatividad. A las necesidades de combatir el cambio climático, ahora se agregan aquellas originadas por la pandemia. En total, son infinitamente superiores a la suma de los tres tipos de bonos (USD 333.000 millones en 2019) y a los recursos que los organismos multilaterales y bilaterales de crédito puedan aportar.

En el plano local, Argentina ha desarrollado cierta experiencia en la materia. Si bien prácticamente estuvo circunscripta a un puñado de bonos verdes, también cuenta con el Protocolo de Finanzas Sostenibles que lanzamos el año pasado, y con los lineamientos publicados por la Comisión Nacional de Valores (CNV) para esta clase de instrumentos. Las necesidades y las oportunidades existen, y seguramente habrá lugar para desarrollar este mercado una vez resuelta la reestructuración de la deuda.

Es de esperar que el mundo en su conjunto actúe acorde a las circunstancias y que, independientemente de la moneda, tema y color de los bonos, el mercado de capitales contribuya a solucionar los problemas ambientales y sociales que no distinguen colores de ningún tipo.



Fuente: Infobae

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